Como
es sabido el negocio de los bancos consiste en mover el
dinero…concediendo préstamos, comprando títulos (normalmente de
renta fija), y prestando servicios por los que cobran comisiones.
Pues
bien, la banca española parece que se ha olvidado de una de estas
funciones, probablemente la más importante, la concesión de
créditos, que según datos del propio Banco de España se ha
desplomado casi un 30% desde los máximos del año 2009.
Y
lo que es peor, por mucho que la publicidad del Fondo Estatal de
Rescate (FROB) nos machaque con el slogan: “ha llegado el momento
de abrir el grifo”, la recuperación del crédito no está,
desafortunadamente, tan cerca como nos quieren hacer pensar… Y es
que, un año después del rescate, no sólo continúa cerrado el
grifo del crédito, sino que gravemente se han intensificado las
restricciones a la financiación.
La
concesión de hipotecas a las familias también está sufriendo los
mayores retrocesos que se recogen en las estadísticas. El total de
la financiación a los hogares está, además, en su nivel más bajo
desde antes del estallido de la burbuja en 2007.
Y,
¿qué razones explican esta situación?...
Quizá
la más importante sean los problemas de solvencia que no terminan de
resolverse, y que motivan la necesidad de una mayor capitalización
bancaria. ¡Todo lo contrario!... cuándo se oye que en algún caso,
se están refinanciando préstamos hipotecarios a 90 años, se ponen,
literalmente, “los pelos de punta”. Continúa habiendo un
problema de fondo, al persistir las dificultades de las entidades,
que han de reforzar su capital debido al “deterioro de valor” de
sus activos.
Las
nuevas exigencias legales a los bancos, para que aumenten sus
provisiones, motivan que haya menos recursos para prestar.
En
cierta medida, también se trata de una imposición de Bruselas, ya
que entre las condiciones del rescate bancario, se encuentra la de
que las entidades del Grupo 1 -las nacionalizadas- reduzcan su
tamaño, lo que motiva más recortes de sus créditos.
Además,
con el aumento habido en las tasas de morosidad, dónde hace años
todo eran facilidades, ahora todo es aversión al riesgo, por lo que
las Pymes y los particulares sólo encuentran dificultades para
conseguir su necesaria financiación.
La
morosidad, con unas cifras ya suficientemente abultadas, sigue
creciendo, y la posible leve recuperación económica no compensará
esta dinámica, por lo que los créditos de muchos bancos españoles,
que aún están sufriendo la crisis inmobiliaria, tendrán un mayor
deterioro a corto plazo.
Agrava
la situación, el que las economías más afectadas por la crisis de
la deuda soberana, como es el caso de España, están padeciendo, un
elevado sobrecoste en su financiación, que afecta más gravemente a
las pequeñas y medianas empresas, muy por encima de la de otros
países europeos cuyas primas de riesgo no han sufrido presiones de
los mercados.
Bien
es cierto, que con una deuda externa privada tan abultada como la
española, es preciso compatibilizar el necesario proceso de
desendeudamiento, con la imprescindible actividad crediticia del
sistema financiero, que debe atender a la principal razón que
justifica su existencia: proporcionar los recursos financieros que se
precisan en la actividad económica, canalizándolos hacia la
inversión.
Debería
ser un objetivo prioritario para todos, ya que hasta que no se
reactive el crédito a empresas y familias, no tendrá lugar la
recuperación económica, y por tanto, la solución del mayor
problema que padecemos en la economía española: conseguir crear el
mayor número de puestos de trabajo para esa parte de españoles a
los que se le priva de ese derecho fundamental.
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